Las capitales pueden dividirse en dos tipos: las que lo son por la fuerza de los hechos (y no lo son necesariamente en términos políticos, como Nueva York, que sólo es capital de su condado, y hasta eso es difícil de explicar, pues este sólo cubre Manhattan…), y las que lo son por la fuerza de una ley que les otorga esa condición en un momento de indefinición política, aunque luego puedan convertirse en algo más de hecho. Es aún muy pronto para juzgar en que se convertirá Brasilia, pero Madrid es un buen ejemplo dl segundo tipo en el siglo XVI, y Washington y Berlín en el siglo XVIII. Lo interesante es hasta qué punto la capitalidad ha creado espacios urbanos de interés, y por otra parte si una ciudad es capaz de ir más allá de esa primera dimensión “burocrática”.
Madrid aparece en la historia como un asentamiento musulmán en la frontera con el reino de Castilla en el siglo IX. Posteriormente se va conformando una villa, de una importancia mucho menor respecto a ciudades como Segovia o Toledo. En 1561 Felipe II decide instalar la capital en Madrid, y salvo entre 1601 y 1606, y un breve periodo durante la Guerra Civil de 1936-1939, mantiene esa condición hasta hoy. La posición central en España y la ausencia de poderes locales fuertes, al contrario de lo que ocurría en otras ciudades castellanas, parece que fueron importantes. Madrid no se dota con la capitalidad de un proyecto urbano de geometría reconocible, pero si va consolidando algunos elementos de presencia en el paisaje: la cornisa sobre el Manzanares, el Palacio del Buen Retiro (hoy sólo queda su parque) o la Casa de Campo. La primacía de la ciudad sobre el sistema urbano español se consolida realmente después de 1939; en los primeros tiempos del franquismo surgieron planes de carácter monumental, que la economía hizo imposibles. Desde 1980 hasta 2007 ha habido un fuerte crecimiento, pero sin un verdadero proyecto urbano visible en la globalidad. Actualmente no es una ciudad rica (arrastra una importante deuda pública a causa, entre otros motivos, del enterramiento de la autopista periférica M30 en el Manzanares), pero sigue siendo la mayor y una de las más dinámicas economías metropolitanas de España.
Washington aparece como la necesidad de dotar a la Unión de una capital no sujeta a ninguno de los Estados miembros, sobre terrenos cedidos por Maryland. Aquí el urbanismo aparece desde un primer momento como un elemento del carácter de la capital, con el plano de L’Enfant para una ciudad barroca de una escala que en Europa sólo se daba para los jardines de los palacios reales. Aunque la auténtica capitalidad económica está en otras ciudades de la megalópolis de la costa Atlántica que llega de Washington a Boston, y especialmente en Nueva York, su área metropolitana ha ido creciendo y es en la actualidad una de las más activas económicamente en el país. Una parte muy alta de su mano de obra son funcionarios, y también una parte importante del empleo privado es inducido por la capitalidad.
Berlín es un asentamiento poco importante hasta su declaración como capital de Prusia en 1701. Su crecimiento está ligado al de este reino y su posición de poder en Alemania, y eso se aprecia en la configuración de un centro urbano con voluntad de monumentalidad clásica. Durante el siglo XIX se configura como una ciudad en la que la actividad industrial es también importante. Poco antes de la segunda guerra mundial Albert Speer propone un plan para convertir a la ciudad en capital mundial, con escalas arquitectónicas inusitadas. Tras la segunda guerra mundial, al quedar enclavada la parte occidental, separada del centro urbano histórico, una parte de la ciudad pierde la capitalidad frente a Bonn mientras que la zona oriental busca configurarse como la capital de un estado mucho más pequeño y con dificultades para su reconstrucción, pese a intentos de monumentalidad como Karl- Marx Allée. La reunificación ha aportado de nuevo a la ciudad su dimensión plena, pero es una ciudad “pobre, pero sexy”, como dice su alcalde Klaus Wolvereit, y está rodeada del difícil contexto de unos estados orientales que tras la reunificación aún siguen por detrás de los occidentales.