Anoche terminé de ver la película “El viaje de tu vida” (“Tracks” en la versión original, 2013), una película sobre el viaje de 2.700 km que en 1977 emprendió Robyn Davidson desde Alice Spring hasta el Océano Índico, en Australia. La historia describe como la adolescente se prepara para el viaje en solitario por el desierto, acompañada por cuatro camellos y una perra, y como este se desarrolla; hay ciertos paralelismos con las historias de náufragos, como “La Vida de Pi”, y en términos visuales es una magnífica película.
Lo que me ha llamado la atención es un detalle: por la forma en que se desarrolla la historia, hay varias despedidas. Pero las más relevantes no son cuando alguien se sube a un vehículo para alejarse, sino que sencillamente se va andando a paso normal. A continuación, por casualidad, vi una parte de “Jane Eyre” (versión reciente, misma actriz). Y de nuevo el mismo tema, aunque de otro modo; el personaje se ve atrapado por la lluvia en un páramo inglés, sencillamente a pie. Igual que cuando en la Biblia se mencionan los desplazamientos a pie entre los diferentes pueblos. Hace unos días vi también parte de una película polaca reciente, “El secreto de la aldea” (2012); la historia es terrible (un pogromo en 1941 visto desde 2001), pero lo interesante en este contexto es que dos hermanos agricultores (uno de los cuales recién desembarcado de un vuelo desde Chicago) se mueven por su entorno rural a pie la mayor parte del tiempo, en ocasiones a grandes distancias.
Desde un punto de vista “fácil”, estas historias no serían posibles en los Estados Unidos, tierra del coche por antonomasia, con ciudades sin aceras (digo fácil porque probablemente la situación es más compleja en todas partes)… Pero hay más cosas en la relación con los zapatos…