
Vista desde el Parque Eduardo VII de la estatua de Pombal y su obra. Puede verse a la derecha el elevador de Santa Justa
El centro de Lisboa define su imagen urbana por la combinación de los siguientes elementos:
– El Mar de la Paja, formado por el estuario del Tajo, una gran lámina de agua de 23 km de ancho en su zona de mayor extensión, que es atravesado por dos grandes puentes; la vista del centro desde el puente 25 de abril es espectacular. Como vacío metropolitano tiene un valor especial en el paisaje.
– Una zona baja en suave rampa entre las plazas de los Restauradores y del Comercio: la Baixa, con un trazado reticular del siglo XVIII resultado de la reconstrucción dirigida por el Marqués de Pombal tras el terremoto y tsunami de 1755.
– Dos colinas rodeando a la Baixa: el Chiado hacia el Oeste y Alfama hacia el Este.
– El desnivel como elemento que condiciona los desplazamientos, pero también brinda magníficas oportunidades de visuales de alta calidad, que han sido aprovechadas a lo largo de la historia.
– Una unidad importante en cuanto a las características de la edificación, aunque con las lógicas variaciones derivadas de la edad y las condiciones sociales y económicas de cada barrio.
– La constancia en el uso de un número limitado pero singular de elementos de urbanización, entre los que destaca sobre todo la calçada portuguesa, el sistema tradicional de pavimento de las aceras con piezas irregulares de pequeño tamaño de piedra caliza o basalto.
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El frente del Tajo ha sido objeto de obras de mejora en los últimos años, con modernización de las estaciones marítimas y de los muelles de las zonas centrales, como el de la Plaza del Comercio; las obras aún prosiguen hacia el Oeste, con una previsión de mejora de los espacios libres de ribera.
La Baixa es una zona de centralidad comercial y de negocios, hoy en día con un carácter más representativo que de centralidad financiera al haberse desplazado muchas de las sedes de grandes empresas a zonas más nuevas. No obstante es un centro vivo, servido por varias estaciones de ferrocarril y metro, y terminal de los sistemas de transbordadores que conectan a la ciudad central con otras localidades del área metropolitana situadas al sur del Mar de la Paja. Sigue siendo la sede de muchas instituciones gubernamentales, y la Plaza del Comercio expresa una cierta concepción de la relación del poder con el espacio público, comparable a otros grandes ejemplos de París o San Petersburgo. Una parte importante de sus calles ha sido peatonalizada, con calzadas ocupadas por terrazas de cafes y restaurantes. La Rua Augusta, que conecta la plaza del Rossio (Pedro IV) con la plaza del Comercio a través del Arco da Rua Augusta, es el eje central peatonalizado de la zona; no obstante, también hay actividad comercial en las calles laterales, y con especial intensidad en la parte más cercana al Chiado. La arquitectura muestra los rastros de ordenanzas uniformes, especialmente visibles por la unidad de la geometría.
El Chiado y la colina de Alfama son dos caras diferentes de la ciudad. El primero es un espacio con más fama cultural, por las tertulias literarias del Café A Brasileira, y tiene una función comercial recuperada tras el incendio de 1988. Esta comunicado con la Baixa por un sistema de calles de elevada pendiente, que puede obviarse a través del elevador de Santa Justa, una construcción de hierro de finales del siglo XIX (obra de arquitecto portugués Raoul Mesnier du Ponsard) hoy en día gestionada por la compañía de transporte público, o de un centro comercial que sustituye a los grandes almacenes incendiados en 1988. También, al igual que en la colina de Alfama, se puede llegar a través de los eletricos, tranvías que en algunos casos de gran pendiente están especialmente adaptados. Alfama es, por el contrario, una colina más popular y doméstica, y las condiciones de vida parecen más precarias. Cuenta con más amplios miradores, entre los que destaca el Castillo de San Jorge.
Los miradores de las colinas son elementos relevantes tanto para los habitantes locales (son escasos los espacios públicos sensiblemente llanos en las colinas) como para los turistas. Aunque las condiciones de conservación de los edificios son en ocasiones malas, lo cierto es que el paisaje urbano desde estos miradores es siempre interesante. No se llega a los importantes desniveles de Oporto, que hacen pensar en los dibujos de Piranesi, pero la combinación del relieve y la gran lámina de agua es muy atractiva.
Las edificaciones recientes en la zona histórica están en general bien integradas en el entorno. Las edificaciones antiguas muestran en ocasiones acabados de azulejos de vivos colores, y a menudo muestran déficits de mantenimiento de consideración en sus fachadas. Esto parece más intenso en zonas menos favorecidas como Alfama.
Junto con una coherencia importante de las edificaciones, la sensación de unidad se transmite por la presencia casi universal de la calçada portuguesa en las aceras. Desde 1842 su forma original ha evolucionado sobre todo en los dibujos. Por un lado, puede resultar en ocasiones un poco incomoda y dar la sensación de ser resbaladiza por lo pulido de la piedra sometida al paso de los peatones; pero es un elemento de unidad, más resistente quizás de lo que aparenta, y es sobre todo sorprendente ver que también se aplica incluso a zonas de nueva urbanización en muchas ciudades de Portugal, lo que hace sospechar que el coste de mano de obra está por debajo del de otras zonas de Europa. Por la noche resulta especialmente llamativo su efecto con los reflejos del alumbrado público.
En este contexto la oferta turística es variada, tanto en cultura y paisaje como en restauración y ocio. Recientemente se han introducido nuevas formas de acceso como el tuk tuk y se ha cualificado la oferta hostelera, con lo que la primera mitad de 2012 ha resultado positiva para el sector turístico en Lisboa


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