El paisaje de Las Palmas es una combinación de negro volcánico, verde, azul y gris. La capital insular ha crecido desde la conquista española de forma compacta hasta el siglo XX, cuando el fuerte desarrollo turístico a partir de la década de 1960 cambió completamente la faz de las islas. Las fuertes pendientes de gran parte del territorio contribuyen a una elevada densidad urbana.
Al contrario que en otras ciudades maritimas, la peninsula no tuvo un papel urbano al principio, ubicandose el asentamiento original al sur. Solo el crecimiento del puerto y la relevancia de la playa han llevado a integrarla.