Muchos europeos piensan en España como ese país seco y soleado, pero hay una zona (lo cierto es que comparativamente pequeña) en la costa atlántica en la que el paisaje y el clima se parecen más a los de Bretaña en Francia. En esta zona, de Galicia en la frontera con Portugal al País Vasco en la frontera con Francia, además, existe una tradición histórica de hábitat disperso sobre una base parcelaria de pequeña dimensión.
Aquí es muy común encontrarse con que las dinámicas de dispersión de la vivienda que ya eran tradicionales se ven reforzadas hoy en día por la facilidad que supone el vehículo privado. No es extraño ver a personas que trabajan en la ciudad y a la vez mantienen en sus tierras cultivos que complementan su abastecimiento (aunque no es frecuente para los recientemente llegados). El problema es que en muchas ocasiones el crecimiento de la población en estas zonas tarda en verse acompañado por las infraestructuras, y por otra parte la trama viaria rural se utiliza, sin muchas adaptaciones, para tráficos mucho mayores.