Junto con la temperatura, en la sensación de calor interviene de forma clara la humedad: un calor muy húmedo puede incrementar la incomodidad, pero un poco de agua de la forma adecuada puede ser una ayuda. En la Expo de Sevilla de 1992 se habló mucho de los sistemas de rociadores que permitían mejorar el confort térmico en los espacios públicos.
Tradicionalmente, el botijo es un buen ejemplo de adaptación al calor veraniego: el agua almacenada en su interior se filtra por los poros de la cerámica y al alcanzar el aire seco exterior se evapora, enfriándose y extrayendo calor del agua almacenada en el interior. Los agujeros son pequeños, de tal manera que la gran mayoría de la evaporación se produce a través de la pared cerámica, con este efecto. Esto se llama refrigeración evaporativa.
¿Puede aplicarse este principio a un edificio? Si, aunque no suele hacerse (o en otros casos, no suele percibirse). El Pabellón de iniciativas ciudadanas de la Expo Zaragoza 2008, obra de Ricardo Higueras, fue un expresivo intento de construir algo muy similar a un botijo con un funcionamiento parecido. Por otra parte, el uso de materiales cerámicos en la construcción, algo muy común en España, contribuye en parte a este efecto (siempre que el material pueda transpirar), y los patios andaluces, con su fuente en el interior, algo tienen que ver…