El fin del mundo conocido (aunque depende para quien) estuvo en estas ciudades. Cuando Julio Cesar llegó al Portus Magnus Artabrorum (Coruña) en el siglo I AC, otros romanos fundaron Gesocribate (Brest) en el siglo III DC, o Nikolai Muraviov llegó a lo que hoy es Vladivostok en 1859, había una cierta conciencia de estar lejos, muy lejos… Hoy en día siguen siendo ciudades en el extremo de una línea de comunicaciones, en magníficos puertos naturales.
Son ciudades con relieves importantes, que les dan un paisaje interesante de bahías de formas complejas, alternando playas, muelles e instalaciones militares diversas; Ferrol, Ile Longue y el arsenal de Vladivostok son bases claves de las respectivas marinas.
En el caso de Vladivostok, la condición de frontera es parte de su carácter, a pocos kilómetros de los límites con China y Corea del Norte. Hasta el tratado de Aigun y la llegada de Muraviov hace apenas 150 años, las provincias marítimas rusas eran un territorio poco poblado bajo la órbita china.
En Brest la destrucción de la ciudad durante la segunda guerra mundial llevó a una reconstrucción acompañada del derribo de las murallas y explanaciones que alteran la relación tradicional con el agua.
En La Coruña la dualidad urbana con Ferrol en el otro extremo del arco de las rías altas tiende a configurar una gran área metropolitana, una situación más compleja territorialmente que en los otros dos casos, donde la ciudad central tiene una relevancia mucho mayor.