Al hilo de lo comentado en el artículo anterior, sobre como se plantean nuevas formas de entrega de productos en venta a distancia (helicopteros y otros aparatos…), tenemos en nuestras calles cosas que, desde ese punto de vista serían pecios. Ese punto se vista del que hablo se basa en que la eficiencia económica lo es todo y que la racionalidad puede objetivarse y entenderse de la misma forma por todo el mundo (o por una proporción importante de personas). Tenemos cabinas telefónicas (claramente pecios abandonados a su suerte en la mayoría de los casos), buzones de correos (esos tienen un poco más de uso, aunque cada vez menos, de hecho cuando necesitas uno ahora te cuesta acordarte donde lo viste la última vez), kioscos de prensa (pese a la digitalización de la prensa, siguen existiendo, y parecen estar más en evolución que en vías de desaparición)… y el ejemplo más claro de que la racionalidad no deja de ser en muchos casos algo subjetivo: los kioscos de loterías. El que aparece en la imagen corresponde a la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), que desde hace décadas lleva una lotería muy popular; más allá de que haya una componente emocional que no hay en otras loterías, lo cierto es que comprar un boleto no deja de ser un acto irracional si se evaluan las posibilidades, pero la gente lo compra, muchas veces como acto de impulso, y eso es algo que es más fácil teniendo un emplazamiento en la vía pública. Estos m2 dispersos por la ciudad parecen bastante importantes, aunque habrá que ver si resisten al poker online y otras novedades en las que gastar un dinero ganado con el sudor de la propia frente.