Madeira (casi 270.000 habitantes) cuenta con una de las tradiciones turísticas más antigüedad de Portugal, gracias a su clima benigno, que atraía ya a parte de la aristocracia europea a finales del siglo XIX. Este origen en un turismo de clase alta en tiempos con otras costumbres, la relativa falta de playas naturales en la isla (aunque en el mismo archipiélago Porto Santo cuenta con una extensa playa) y un medio ambiente singular contribuyen a configurar un modelo de turismo litoral diferente, más cercano al que se puede dar en España en La Gomera o El Hierro, o en Francia en La Reunión.
La isla de Madeira tiene un relieve especialmente accidentado, con fuertes desniveles. La construcción de una autopista litoral en el sur, con costosas infraestructuras, no evita que muchos recorridos interiores de pocos kilómetros se realicen por carreteras de sinuoso trazado. Zonas como el Curral das Freias, un profundo valle en el centro de la isla, suponen paisajes totalmente diferenciados. La costa norte es especialmente agreste.

Funchal visto desde el hotel Pestana, diseñado por Oscar Niemeyer, una interesante obra en la que el lujo del establecimiento está sobre todo en el diseño y las dimensiones de los espacios. Visita obligada para los amantes de la arquitectura moderna
El modelo territorial turístico concentra la mayor parte de los hoteles y establecimientos turísticos en Funchal (112.000 habitantes), capital y puerto principal, y en el resto de la isla hay establecimientos de tamaños mucho menores, más cercanos a la lógica del turismo rural y de excursión diaria desde Funchal, para contemplar unos paisajes excepcionales y una cultura local que muestra el embrión de lo que luego fue la colonización portuguesa por el mundo. El Plano de Ordenamento Turístico da Regiao Autonoma da Madeira establece una capacidad máxima de 35.000 camas en Madeira y de 4.000 en Porto Santo; Funchal puede alcanzar las 23.000 camas, y los establecimientos en áreas agroforestales no pueden superar las 80 camas.
El turismo ambiental, con especial atención a los recorridos a pie por las levadas, acequias a través de las zonas abancaladas, tiene un especial éxito entre una clientela en la que destacan los británicos. El turismo vinculado al vino de Madeira y la gastronomía también es importante.