Aunque pueda parecer evidente, no siempre lo es en urbanismo: la calle es un espacio con sus propias reglas para el comercio. La percepción del peatón (o del automovilista) se ve marcada por esta lógica de movimiento, y generalmente los tipos de comercios y otros servicios (cada tipo tiene una rentabilidad determinada por m2 de venta) tienden a ubicarse en el mejor emplazamiento posible en términos de visibilidad y accesibilidad dentro de su rango de rentabilidad. En una gran avenida con mucho tráfico peatonal los alquileres serán más elevados, y habrá normalmente comercios con mayores márgenes (franquicias de ropa, grandes almacenes…) mientras que las otras especialidades de comercio o de actividad (por ejemplo, pequeños restaurantes o la tienda- showroom de un mayorista textil) se ubicarán en calles secundarias. En un centro urbano de cierto tamaño el comercio tiende a organizarse, en conjunto, por zonas superficiales, pero las actividades de cada tipo tienden a ocupar lugares determinados, y la organización por calles se ve favorecida.