El Gran Buenos Aires, con más de 13 millones de habitantes, es la segunda mayor área metropolitana del mundo hispánico tras la de México, y pese a las desafortunadas crisis, uno de los principales polos económicos de América Latina.
De acuerdo con la publicación “Desarrollo urbano y movilidad en América Latina” publicada por la Corporación Andina de Fomento en 2011 la movilidad en la zona puede caracterizarse por:
– El transporte público ha caído del 67% de los viajes totales en 1972 al 40% en 2007
– Ausencia de mejoras estructurales del transporte público en las últimas décadas
– Licitación reciente varios proyectos que no llegan a concretarse
– Baja velocidad de los autobuses
– Fracaso de iniciativas de creación de carriles bus
– Mal estado de estaciones de transporte público
– Dificultades de concertación interadministrativa para una planificación unificada del sistema de transporte.
La idea de crear una red de autopista urbanas en Buenos Aires data de la década de 1960, cuando la congestión viaria empezó a ser notable. En 1978 se organiza una licitación para construir dos autopistas de peaje, que se abren en 1980 coincidiendo con un periodo de hiperinflación e inestabilidad política (el fina de la dictadura es ya próximo). Comienza un ciclo de creación de infraestructuras en concesión, que por las dificultades económicas son rescatadas por el gobierno local. En torno a 2001 vuelve a ocurrir lo mismo, esta vez con la terrible crisis de aquel año como telón de fondo. La ciudad cuenta hoy en día con 40 km de autopistas, en parte de peaje.
La dinámica socioeconómica del país, que ha visto reducirse sustancialmente sus clases medias en los últimos 40 años, muestra hasta que punto las políticsa públicas en materia de movilidad, por cualquier modo, tienen necesidad de una cierta estabilidad para desarrollarse a causa de sus grandes costes que se prolongan a lo largo de varios ejercicios.