Según el Convenio Europeo del Paisaje, paisaje es “cualquier parte del territorio, tal y como es percibida por las poblaciones, cuyo carácter resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones”. El convenio menciona las interrelaciones entre economía y paisaje, pero lo cierto es que en el desarrollo del mismo suele tenderse a poner el acento sobre lo ambiental y lo perceptivo, en parte por la dificultad de cuantificar y relacionar la multitud de acciones sobre el paisaje con un impacto económico concreto de la actuación sobre el valor del mismo. Hay métodos de cálculo del Producto Interior Bruto, pero es complejo evaluar cuánto vale un paisaje en una configuración determinada y en si mismo (y no como una mera suma de los valores de las actividades), paso necesario para evaluar el impacto de un proyecto concreto.
Está claro que se puede decir que el desarrollo sostenible debe tener en cuenta los tres aspectos (ambiental, social y económico), y que un cálculo económico no garantiza una mejor política, ni siquiera una descripción coherente de la realidad. Incluso se puede decir que establecer una fórmula sólo lleva a que haya quien busque la forma de orientarla en su beneficio.
No obstante, hay aproximaciones a la temática. Tiziano Tempesta evalúa el caso italiano: “las políticas de paisaje en Italia son esencialmente controles de transformación del paisaje y subsidios a los agricultores. Dado que las políticas de paisaje tienen un coste para el ciudadano, en ambos casos es necesario evaluar los beneficios derivados de la intervención pública”. No hay conclusiones definitivas, ni fórmulas mágicas, pero si reflexiones interesantes.