Centralidad y periferia en Madrid desde 2000 (2)

Densidad residencial de edificio pre-1979

Densidad residencial de edificio pre-1979

La centralidad urbana es uno de esos conceptos complejos, que es más fácil reconocer en la vida diaria que describir de forma paramétrica rigurosa; y eso dificulta (aunque no impide) actuar para favorecer aquello que se entiende que tiene de bueno.

El centro urbano es, como han dicho algunos, ese lugar al que todo el mundo quiere ir por una u otra razón: en el caso ideal es para algunos un lugar al que los jóvenes van a aprender pero también a divertirse, los mayores van a trabajar pero también a divertirse, y además vive mucha gente. En otros casos es un lugar que concentra muchas funciones, pero en el que es mejor que no viva mucha gente para evitarles las molestias de tanto trasiego. Y en la realidad no es un espacio definido geográficamente de forma cerrada, o inmutable en el tiempo, sino una zona que evoluciona incluso a lo largo de un mismo día, por lo que las zonas con más posibilidades de considerarse centro son aquellas en las que a lo largo de más horas del día pervive esa condición de centralidad,  que en todo caso aparece siempre marcada por su capacidad de atraer gente del exterior.

¿Qué sería el centro en Madrid? Dado que se habla de una ciudad con una cierta historia (aunque no muy larga, en cierto modo Madrid es al siglo XVI en Europa lo que Brasilia al siglo XX en América), existen ciertos límites físicos; el tiempo y la inercia de las inversiones en infraestructura a lo largo de las décadas han configurado un espacio, coincidente con el distrito de Centro, en el que convergen la mayoría de las grandes líneas de transporte público y las principales vías de acceso. Este que hoy en día es el centro más icónico era prácticamente el conjunto de la ciudad hasta finales del siglo XIX, y aún muestra una importante complejidad. El ensanche del siglo XIX y el crecimiento industrial hacia la Arganzuela sólo ampliaron en cierto modo el tamaño del centro, una operación reforzada por la apertura de la Gran Vía.

La consolidación del ensanche a lo largo de un siglo  y sus mejores condiciones socioeconómicas respecto los arrabales como Tetuan y Puente de Vallecas, casi contemporáneos en su desarrollo, configuran progresivamente una centralidad en torno a este espacio, de manera más clara en su borde occidental. Y la expansión hacia el Norte configura un eje en torno al Paseo de la Castellana en el que a mediados de la década de 2000 ya había 3 empleos por cada residente empadronado.

Cuando redactamos el Proyecto Madrid Centro (PMC), el Ayuntamiento consideró que el ámbito de estudio e intervención de ese centro se corresponde básicamente con el interior de la M-30, una idea similar a la comprensión de la totalidad de la isla de Mannhattan como centro de Nueva York, de París 75 como centro de su aglomeración o de la Ciudad Autónoma como el centro de Buenos Aires. El análisis realizado muestra que esto es una simplificación; sobre estas escalas, y con la fluidez de los medios de transporte, si bien existe una mayor centralidad, las relaciones metropolitanas son más complejas. La centralidad real, entendida como combinación de esas funciones que atraen a poblaciones exteriores con más intensidad, es la superposición del eje de Castellana, el distrito Centro y el Barrio de Salamanca, pero aparecen también centralidades de orden local; el futuro de estas se ve más comprometido en su capacidad de atracción por la crisis económica, que parece estar reforzando el atractivo de estas áreas más centrales, apoyadas por el flujo turístico, frente a las calles más de barrio, que acusan una mayor crisis comercial.

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