Madrid se convierte en capital de España en 1561, y con ello pasa a aplicarse en ella la regalía de aposento, en virtud de la cual los habitantes debían ceder la mitad de la propia vivienda para alojar a los funcionarios reales. Parece ser que las autoridades municipales acordaron con el Rey esta carga a cambio de las ventajas de ser la capital permanente del país. Esta carga era de origen medieval, y en una época de cortes itinerantes era una molestia pasajera, pero al fijarse la capital pasa a ser una molestia que influye en las tipologías arquitectónicas.
No todas las casas cumplían las condiciones necesarias para este uso, entre otras razones porque por su tamaño o disposición se consideraban de difícil partición. Como resultado, durante mucho tiempo la decisión de los habitantes fue a menudo la de construir sus viviendas de modo que fueran de difícil partición, por lo que se decía que eran casas “ a la malicia”. En todo caso, estas casas estaban sujetas al pago de un canon monetario. Y esto llevó, con el paso del tiempo, primero a la organización de un sistema de recaudación, y luego a la formación de un primer catastro de la ciudad entre 1749 y 1759.
Puede consultarse en internet el compendio de textos legales sobre la materia… de 1738. Como siempre en textos de épocas pasadas, es especialmente llamativa la descripción de las categorías profesionales ligadas a la corte con derecho de aposento…
El texto literal de la ordenanza específica sobre las casas a la malicia (página 28 en el texto electrónico referenciado) era:
“de todas las casas que se pueden dividir cómodamente en dos partes, y están en esta villa de Madrid, donde permanece la Corte, pertenece la mitad a su Majestad por el derecho Regalía de Aposento, como queda fundado, y se llaman materiales: y de las que no se pueden dividir, por ser sólo de una habitación, se tasa su producto, y el dueño contribuye con una tercera parte de el a esta regalía, quedando de cargo del dueño los huecos, por lo que se le considera lo que hay desde la tercera parte a la mitad, que debería dar; y estas casas se llaman de incómoda partición, tercia parte, o malicia. “
Esto es, la evasión de una carga llevo durante mucho tiempo a que la arquitectura madrileña estuviera marcada por viviendas de una sola altura y una sola habitación. En algunos casos, las habitaciones en planta superior sólo eran visibles desde el patio, y en otras la distribución interna complicaba la partición. En todo caso, los vecinos preferían la incomodidad a la carga sobre su privacidad.