París sigue siendo una de las principales y más influyentes ciudades del mundo, pese a la pérdida de poder político de Francia en las últimas décadas. Cuenta con una magnífica red de instituciones culturales y educativas, espacios públicos de gran calidad, y una gran potencia económica tanto en relación con Francia como con otras partes del mundo. Sigue acogiendo innovaciones, pero parece haber perdido en parte la capacidad de sorprender al mundo como hizo en momentos anteriores, al haber perdido el liderazgo tecnológico en muchos campos.
La magnitud de los problemas de París y su capacidad para resolverlos (o no) aporta valiosos ejemplos en muchos campos. La iniciativa del Presidente Sarkozy de lanzar una reflexión estratégica sobre el futuro de París, tanto en términos de modelo de ciudad como de modelo de gobernanza, se mantiene con el Presidente Hollande, y puede resultar una experiencia de interés para muchas grandes metrópolis. El tratamiento de las contradicciones internas de una población cada vez más diversa y con mayores diferencias sociales será uno de los problemas centrales.
El lugar de París en el mundo dependerá en gran medida del futuro de Europa, por la habilidad francesa para lograr lo que Londres o Berlín no han alcanzado: configurar una idea positiva y ordenada, pese a sus fallos y a episodios preocupantes como los disturbios de 2005.