Durante la primera mitad del siglo XIX en París se desarrollan un cierto número de pasajes cubiertos que son, de hecho y de derecho, espacios privados que atraviesan el centro de las manzanas y organizan largas fachadas comerciales cubiertas por grandes vidrieras. Esta idea se desarrolla también en otras ciudades como Bruselas, y encuentra uno de sus mayores exponentes por dimensión en la galería Vittorio Emanuele II en Milán.
El éxito de estos espacios es importante, y en 1843 se abre en Nantes el Passage Pommeraye. Une a sus tramos llanos las escaleras necesarias para salvar el importante desnivel entre sus extremos (calles Santeuil y de la Fosse), con cuatro niveles, una disposición poco utilizada en otros casos.